jueves, 4 de diciembre de 2008

Rodolfo Schuster: una noche con Woody Allen

Un encuentro de película: el músico uruguayo relata su show con el genial cineasta


Por Diego Sebastián Maga
“Un uruguayo suelto en Nueva York”. Este bien podría ser el título de un estreno en cine o la introducción ideal para la “historia de película” que el músico Rodolfo Schuster narrará a continuación. Una anécdota que tiene dos protagonistas: él y un tal Woody Allen…

El músico uruguayo Rodolfo Schuster es un apasionado incorregible del cine. Este año, el trompetista, vocalista y director de la “Memphis Jazz Band” pudo compaginar sus dos pasiones (la musical y la cinematográfica) en un mismo espectáculo. El show -que presentó hace poco en San José- llevó por título “Hollywood for ever” y fue algo así como una declaración de amor al “séptimo arte” a través de clásicos de la música.
De más está de decir que cualquier charla (formal o informal) con Schuster tiene estas dos coordenadas bien presentes. La sonora y la visual. A veces llegan juntas y en ocasiones por separado pero irremediablemente una atrae a la otra. Debo confesar que jamás imaginé que el diálogo que viene a continuación podría terminar donde terminó. Es decir, con el mismísimo Schuster charlando con Woody Allen cara a cara y –por si fuera poco- tocando jazz con él en un mismo escenario. “Historias de película” que son posibles cuando dejan a “un uruguayo suelto en Nueva York”…

¿Qué películas suele ver -más que nada- por sus bandas sonoras?
“Por lo general, las de Woody Allen.”


Él es un gran amante del jazz y a su vez músico…
“Si, utiliza mucho jazz en sus películas y el más tradicional porque es lo que le gusta tocar con su clarinete. Es más, no hay lunes de su vida en que no se junte a tocar con otros músicos. Y te cuento algo: yo soy una de esas personas que tuvo la grandísima satisfacción de tocar con él en “Michael’s Pub”, en Nueva York (mítico club de jazz neoyorquino en que el actor y cineasta despunta el vicio cada semana)”.


¿Y cómo llega un uruguayo suelto en Nueva York a tocar con Woody Allen? ¿Causalidad o causalidad?
“Todo empieza por una idea loca que tuve de escribir un guión de cine. Fui ahí para mostrárselo porque sabía que él era habitué. Hice la cola como todos y al llegar a la puerta –como justo llevaba la valija con mi trompeta- el portero me reconoció de unas viejas actuaciones mías ahí y tuvo la gentileza –cuando le comenté mi intención- de hacerme pasar a los camarines como músico. Cuando llegué con mi libreto, golpeo y ¡Allen me hace pasar! Estaba solo y me preguntó: “¿de dónde venís?” Le dije que de Uruguay. “Mmm, nunca fui. Sé de Buenos Aires, Argentina, pero de ahí no sé nada” me comentó y enseguida me invitó a tocar. ¿“Jazz me blues”, la sabés?”, me preguntó. Y le respondí que “si” aunque en realidad yo había entrado con el instrumento porque me habían dicho que así no tenía que pagar, le aclaré. Pero lo más gracioso es que antes de entrar, había estado conversando con unos uruguayos -que conocía de Montevideo- y al abrirse el telón se sorprendieron tanto de verme ahí que gritaron “¡Schuuuster!” y ahí Allen me mira y me dice “así que te trajiste “la claque” (grupo de aplaudidores profesionales de los teatros). Estuvo genial (larga la carcajada)”.


¿Y que tal es Woody como músico? ¿Es tan acomplejado como los personajes que interpreta en sus películas?
“Sí, es muy nervioso. Y eso no solo lo podés escuchar en vivo sino también en sus discos. El sonido de su clarinete tiene un “vibrato” impresionante que es producto del temblor de sus manos. El toca así. Es su sello típico. Su estilo. Y ese nerviosismo interior es el que vemos en los personajes de sus películas.”


Un nerviosismo que explota muy bien…
“Por supuesto. Él lo explota como nadie. Es su forma de trabajar.”


Ya van tres años seguidos que viene a San José con la “Memphis Jazz Band”, ¿para el 2009 porqué no invita a su amigo Allen a tocar por acá?
(Risas) “Mirá, después de aquella experiencia me he escrito muy poco con él. Le envié algunas cartas pero -por lo general- me responde su secretaria, Susan Clark, pero ¡ta!... Yo soy una “ratita” chiquitita del Uruguay y el es el gran Woody Allen”. (Más risas)


Ojos y oídos abiertos: la colección de cine y jazz “alleniana”


No es una leyenda urbana ni mucho menos ficción cinematográfica. Es una historia real que sucede cada lunes y sin excepción. Ese día es el que Woody Allen dedica para tocar jazz con sus amigos de toda la vida o algún amigo ocasional que conozca esa noche y comparta su pasión por el género. Así pues, el genial cineasta se volvió (involuntariamente) una atracción turística más de Nueva York. La gente sale a recorrer los pequeños clubes de jazz neoyorquinos con el fin de descubrir al actor, director y guionista tocando el clarinete en algún escenario perdido. Detrás se sus lentes y su apariencia de antihéroe, da la sensación que Allen encuentra allí la comodidad y distensión que no encuentra en ningún otro ambiente.
Igual, su apasionamiento por el jazz no se extingue ahí. Allen –históricamente- empleó los clásicos del jazz para completar las geniales bandas sonoras de sus no menos geniales películas. Basta con agudizar el oído para captar en sus grandes obras el reflejo auditivo de la música que escucha y toca. Así que –entre sus filosos guiones- que combinan fina ironía, humor inteligente y honda reflexión; entre sus inefables visiones sobre la religión, el psicoanálisis, los miedos, la muerte, el amor y el sexo; entre la comedia y el drama; entre obras maestras como “Manhatan” (1979), “Hannah y sus hermanas” (1986), “Días de radio” (1987), “Un misterioso asesinato en Manhatan” (1994) o “Match Point” (2005), podrán tener acceso directo a la completísima colección de jazz “alleniana”. De modo que conviene abrir tanto los ojos como los oídos. Y sobre todo: disfrutar…