jueves, 4 de diciembre de 2008

Rodolfo Schuster: una noche con Woody Allen

Un encuentro de película: el músico uruguayo relata su show con el genial cineasta


Por Diego Sebastián Maga
“Un uruguayo suelto en Nueva York”. Este bien podría ser el título de un estreno en cine o la introducción ideal para la “historia de película” que el músico Rodolfo Schuster narrará a continuación. Una anécdota que tiene dos protagonistas: él y un tal Woody Allen…

El músico uruguayo Rodolfo Schuster es un apasionado incorregible del cine. Este año, el trompetista, vocalista y director de la “Memphis Jazz Band” pudo compaginar sus dos pasiones (la musical y la cinematográfica) en un mismo espectáculo. El show -que presentó hace poco en San José- llevó por título “Hollywood for ever” y fue algo así como una declaración de amor al “séptimo arte” a través de clásicos de la música.
De más está de decir que cualquier charla (formal o informal) con Schuster tiene estas dos coordenadas bien presentes. La sonora y la visual. A veces llegan juntas y en ocasiones por separado pero irremediablemente una atrae a la otra. Debo confesar que jamás imaginé que el diálogo que viene a continuación podría terminar donde terminó. Es decir, con el mismísimo Schuster charlando con Woody Allen cara a cara y –por si fuera poco- tocando jazz con él en un mismo escenario. “Historias de película” que son posibles cuando dejan a “un uruguayo suelto en Nueva York”…

¿Qué películas suele ver -más que nada- por sus bandas sonoras?
“Por lo general, las de Woody Allen.”


Él es un gran amante del jazz y a su vez músico…
“Si, utiliza mucho jazz en sus películas y el más tradicional porque es lo que le gusta tocar con su clarinete. Es más, no hay lunes de su vida en que no se junte a tocar con otros músicos. Y te cuento algo: yo soy una de esas personas que tuvo la grandísima satisfacción de tocar con él en “Michael’s Pub”, en Nueva York (mítico club de jazz neoyorquino en que el actor y cineasta despunta el vicio cada semana)”.


¿Y cómo llega un uruguayo suelto en Nueva York a tocar con Woody Allen? ¿Causalidad o causalidad?
“Todo empieza por una idea loca que tuve de escribir un guión de cine. Fui ahí para mostrárselo porque sabía que él era habitué. Hice la cola como todos y al llegar a la puerta –como justo llevaba la valija con mi trompeta- el portero me reconoció de unas viejas actuaciones mías ahí y tuvo la gentileza –cuando le comenté mi intención- de hacerme pasar a los camarines como músico. Cuando llegué con mi libreto, golpeo y ¡Allen me hace pasar! Estaba solo y me preguntó: “¿de dónde venís?” Le dije que de Uruguay. “Mmm, nunca fui. Sé de Buenos Aires, Argentina, pero de ahí no sé nada” me comentó y enseguida me invitó a tocar. ¿“Jazz me blues”, la sabés?”, me preguntó. Y le respondí que “si” aunque en realidad yo había entrado con el instrumento porque me habían dicho que así no tenía que pagar, le aclaré. Pero lo más gracioso es que antes de entrar, había estado conversando con unos uruguayos -que conocía de Montevideo- y al abrirse el telón se sorprendieron tanto de verme ahí que gritaron “¡Schuuuster!” y ahí Allen me mira y me dice “así que te trajiste “la claque” (grupo de aplaudidores profesionales de los teatros). Estuvo genial (larga la carcajada)”.


¿Y que tal es Woody como músico? ¿Es tan acomplejado como los personajes que interpreta en sus películas?
“Sí, es muy nervioso. Y eso no solo lo podés escuchar en vivo sino también en sus discos. El sonido de su clarinete tiene un “vibrato” impresionante que es producto del temblor de sus manos. El toca así. Es su sello típico. Su estilo. Y ese nerviosismo interior es el que vemos en los personajes de sus películas.”


Un nerviosismo que explota muy bien…
“Por supuesto. Él lo explota como nadie. Es su forma de trabajar.”


Ya van tres años seguidos que viene a San José con la “Memphis Jazz Band”, ¿para el 2009 porqué no invita a su amigo Allen a tocar por acá?
(Risas) “Mirá, después de aquella experiencia me he escrito muy poco con él. Le envié algunas cartas pero -por lo general- me responde su secretaria, Susan Clark, pero ¡ta!... Yo soy una “ratita” chiquitita del Uruguay y el es el gran Woody Allen”. (Más risas)


Ojos y oídos abiertos: la colección de cine y jazz “alleniana”


No es una leyenda urbana ni mucho menos ficción cinematográfica. Es una historia real que sucede cada lunes y sin excepción. Ese día es el que Woody Allen dedica para tocar jazz con sus amigos de toda la vida o algún amigo ocasional que conozca esa noche y comparta su pasión por el género. Así pues, el genial cineasta se volvió (involuntariamente) una atracción turística más de Nueva York. La gente sale a recorrer los pequeños clubes de jazz neoyorquinos con el fin de descubrir al actor, director y guionista tocando el clarinete en algún escenario perdido. Detrás se sus lentes y su apariencia de antihéroe, da la sensación que Allen encuentra allí la comodidad y distensión que no encuentra en ningún otro ambiente.
Igual, su apasionamiento por el jazz no se extingue ahí. Allen –históricamente- empleó los clásicos del jazz para completar las geniales bandas sonoras de sus no menos geniales películas. Basta con agudizar el oído para captar en sus grandes obras el reflejo auditivo de la música que escucha y toca. Así que –entre sus filosos guiones- que combinan fina ironía, humor inteligente y honda reflexión; entre sus inefables visiones sobre la religión, el psicoanálisis, los miedos, la muerte, el amor y el sexo; entre la comedia y el drama; entre obras maestras como “Manhatan” (1979), “Hannah y sus hermanas” (1986), “Días de radio” (1987), “Un misterioso asesinato en Manhatan” (1994) o “Match Point” (2005), podrán tener acceso directo a la completísima colección de jazz “alleniana”. De modo que conviene abrir tanto los ojos como los oídos. Y sobre todo: disfrutar…

lunes, 24 de noviembre de 2008

Juan Carlos López: la TV ataca

“Americando”, la identidad y la tele uruguaya en tiempos de “guerra del rating”

Por Diego Sebastián Maga
Los televidentes debaten más sobre “cantidad” de audiencia (discusión que antes estaba reservada a los gerentes de programación) que de “calidad” de contenidos. En medio de esta desaforada “guerra del rating”, los programas uruguayos tienen corta vida o mueren antes de nacer. En una trinchera, y cada vez más solo, Juan Carlos López resiste la invasión extranjera con la bandera de la identidad.

Los programas uruguayos son una especie en extinción. Exceptuando al Canal 5 (cada vez más renovado y atractivo), da la sensación que la televisión uruguaya perdió la batalla. Víctima de la descarnada y descerebrada “guerra del rating”, la producción nacional es acribillada a diario por la invasión extranjera. En los canales privados, los programas nacionales tienen corta vida o mueren antes de nacer. En tiempos en que los ciclos uruguayos están en retirada, Juan Carlos López resiste desde su trinchera. Armado de “cultura popular” y con la bandera de la “identidad”, “Lopecito” se defiende y nos defiende todos los domingos por Canal 12 (de 10:30 a 12:00) con su clásico ciclo “Americando”. El conductor televisivo (que en unas semanas animará el festival folclórico a beneficio del Hospital San José) ahora es quien tiene la palabra… y el control remoto…

“Si tiene algo de bueno “Americando” es que yo grabo y ese material va a una productora en donde la persona más grande tiene 30 años. Cuando todo eso se edita no voy porque me terminaría peleando; generalmente se corta de allá y de acá o te ponen una jineteada por la mitad. Sin embargo, así tiene que ser para que no se vuelva aburrido y el programa tenga dinámica visual. O sea, “Americando” maneja una temática muy tradicional pero adaptada –por cabezas jóvenes- al formato televisivo. Ese es el secreto.”

Entre tanta “guerra del rating” e invasiones extranjeras, ¿no siente que “Americando” es una de las pocas trincheras que hay en la tele para defender lo nuestro?
(Larga la carcajada) “Y es el destino. A lo mejor es una misión que –como comunicador- estoy haciendo sin darme cuenta. Sobre todo después de la muerte de mi hijo y de preguntarme que hago acá o por que se fue él y me quedé yo, entendí que estoy para esto.”

Actualmente, se discute más sobre mediciones de audiencia que de contenidos televisivos, ¿se llegó a contagiar por esta fiebre de vivir pensando en quien mide más o menos?
“No me desvela. Lo primero que capto es el cariño de la gente. Después, y te lo digo con sinceridad, “Americando” duplica en Montevideo a la audiencia del resto de los programas en su franja horaria. Un domingo tuvimos un record de 120 mil televidentes: nos vieron unos 80 mil en la capital y el resto en el interior.”

¿Por qué los programas uruguayos son una especie en extinción?
(Medita unos segundos en silencio) “Creo que es un tema de confianza. Eso depende del sentido que le den los propietarios o los gerentes de programación a tener un medio de comunicación: puede ser una cajita de hacer plata u otra cosa.”

¿Y hoy la televisión uruguaya está más cerca de ser “una cajita de hacer plata” o de ser “otra cosa”?
(Sonríe) “Hoy está absolutamente inclinada a ser “una cajita de hacer plata”. Yo sé que los costos de producción son altos pero lo ideal sería combinar calidad con negocio.”

¿Qué programas uruguayos ve?
“Hace un tiempo el canal (12) puso en el aire un ciclo precioso de Facundo Ponce De León que se llamó “Vidas”. Me parece que se tiene que insistir por ese lado. Ayer estuve con La Obaldía (María Inés) y le dije que me encantaría que retornara con aquel programa que tenía junto a (Gerardo) Sotelo en el mediodía de Canal 10.”

¿“Caleidoscopio”?
“Ese mismo. Y la verdad es que, más allá de ser muy interesante, tenía muy buena audiencia.”

El ADN de la MPU

De donde venimos y hacia donde vamos

¿Cómo es posible que la MPU salga ilesa ante semejante invasión cultural extranjera?
“A mí me gusta comparar la cultura uruguaya con la coronilla: ese tipo de leña dura que vos dejás prendida y, cuando parece apagarse, con un soplidito vuelve a encender. El patrimonio de la canción es construido por las comunidades casi sin darnos cuenta. Pepe (Guerra), (Alfredo) Zitarrosa o (Santiago) Chalar yo no sé si han sido concientes de lo que hicieron. Con un tipo de sonido u otro, se siguió una línea. Es como que siempre existió una columna vertebral que fue creciendo con nuevos aportes. Y eso permitió que ese modelo cultural nunca caducara.”

¿Me equivoco si interpreto que el futuro y la evolución de la MPU, dependen de que no olvidemos el pasado?
“Sí señor. Incluso, recuerdo haber leído un informe de la UNESCO -que hablaba de la canción popular en Brasil y Uruguay- en donde a sus autores les llamaba la atención el movimiento de la música uruguaya. Su potencia y su vigencia. Y esto se suma a una encuesta elaborada por Hugo Achugar, de la Facultad de Humanidades, en la que se quería establecer cuanta gente era adicta al canto popular y cuanta a la música tropical, que supuestamente aquí es dueña y señora. Sin embargo, esta consulta arrojó que más del 40 % de los encuestados preferían escuchar folclore.”

Cuando usted se va de viaje al extranjero, ¿qué discos uruguayos no pueden faltar en sus valijas?
“¡Fá!... ¡Que difícil es eso!”

No me vaya a decir 50 nombres para quedar bien con todos; la idea es que elija unos pocos…
“No, no…” (Piensa unos segundos) “En un viaje seguro que me llevo a (José) Carbajal (“El Sabalero”) y si me pedís que elija un disco suyo sería “Entre putas y ladrones”. Después me llevaría algo de Chalar. Y sin dudas, la discografía completa de Zitarrosa.”

Todos estos nombres forman parte del ADN de solistas como Jorge Drexler o bandas como “No Te Va Gustar”, ¿es de escuchar sus canciones más folclóricas?
“Claro que sí. Mirá que yo me muero por muchos de los textos de “No Te Va Gustar” y de “La Vela (Puerca)”. ¡Me encantan! En realidad no paso sus “video clips” en mi programa porque la estética visual de repente es demasiado loca para el ritmo que propone “Americando”, que es mucho más “tranqui”.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Mi vida con ellas

Mercedes Fuentes, sus pinturas y las mujeres

Mujeres. Algunas solitarias. En silencio. En pleno desvelo. Otras, muy juntas y cómplices, cuchicheando en el cabaret. O están aquellas que languidecen en las mesas. Consumidas por la melancolía. Perdiendo sus ojos en una madrugada desencantada. Entre “Formas, sonidos y silencios.”

Por Diego Sebastián Maga
Con una pareja que baila apasionadamente el último tango. Bordeando las sillas vacías sobre el piso gastado. Ignorando a una señorita que desde el fondo de la escena los mira y muere de soledad. Están los músicos que se arquean sobre sus instrumentos o cierran los ojos y se elevan. Los cuerpos femeninos robustos predominan en el centro de la escena. La sensualidad como hilo conductor. En ocasiones, las atmósferas están cargadas de erotismo, a veces sugieren desamparo, y siempre ternura. Las chicas y un sutil desgano, de ademanes elegantes y ropas provocativas… Vestidas para matar aunque mueran de pena… Las imágenes se suceden entre la segmentación del collage a los lenguajes de la pintura oscilando entre lo monocromático y la explosión de color…
Todo eso y mucho más es “Formas, sonidos y silencios”, la muestra individual que abrió la pintora maragata Mercedes Fuentes en Montevideo (“Espacio Santos”). Esta entrevista, la pinta de cuerpo entero.

Hugo Nantes, alguna vez me dijo que “es imprescindible para el artista uruguayo salir del país” y me daba a entender que quienes se quedan resignan mucho desde el punto de vista evolutivo o directamente se estancan. Vos, que viviste esa experiencia de irte, ¿coincidís con su opinión?
“Es importantísimo salir: recorrer museos, conocer. Eso te ubica en lo que sos. Y te da a entender lo mucho que falta.” (Risas)

O sea que cuanto más conocés, más chiquito te sentís…
(Más risas) “Una hormiga… Pero la verdad es que madurás mucho.”

¿Y el común denominador de la gente europea –en su contacto con el arte- en qué se diferencia con los uruguayos?
“Una de las grandes diferencias que noté allá es que cuando me preguntaban a qué me dedicaba, decía “pintura”, y lo entendían perfectamente.” (Vuelve a sonreír)

Y acá decís que sos pintora y la gente te dice: “ah, si, ¿y de que trabajás?”
“Sí, tal cual. Allá decís que pintás y saben que es algo que se estudia y que es muy sacrificado. Por ahí, esa comprensión pasa porque estuve en Italia y allí nacen con todo al alcance de la mano. Viven en la cuna del arte.”

Claro, convengamos que nos llevan unos cuantos siglos de ventaja en cuanto a experiencia artística y tal vez eso explique esa comprensión cabal del rol del artista…
“Por supuesto. Y otro detalle es que a la gente le gusta discutir en la calle sobre cuestiones artísticas. El cine, la plástica o la literatura, son temas cotidianos de charla. Así que todas esas cosas, cuando volví a Uruguay, me hicieron ver que acá no se tiene mucha conciencia del sacrificio que hay detrás de una pintura.”

En síntesis: pintar no es un recreo…
“No. Si uno lo toma como profesión renuncia a muchas cosas. A veces no tenés tiempo ni de ir a ver a una amiga. Porque es algo que depende de vos en un 100 %.”

Y una vez que regresaste al Uruguay y descubriste esos contrastes conceptuales, ¿no pensaste en volver a Europa?
“Tengo ganas de volver sobre todo para tener esa confrontación necesaria con los artistas jóvenes y talentosísimos que hay allá. Si bien acá también los hay, en Europa me parece que existe más intercambio. Y después me interesa aprender más de otros maestros. Incluso, puedo regresar con (Lino) Dinetto cuando quiera.”

En los orígenes, el artista pinta como este o aquel… ¿Qué tan complejo es desprenderse de todas las influencias para conseguir darle el toque personal a una obra?
“Cuando pintás no estás pensando en tus maestros. Eso es algo que fluye. Y más aún cuando en mi caso -desde muy chica- aprendí con María de los Ángeles Martínez. Sobre todo en los paisajes se nota esa escuela. Después, cuando llegué a Italia, todas las mujeres y sus rasgos eran muy Dinetto: llenas de ropaje, colores muy fuertes y grandes tamaños. Y al venir de esa exigencia constante, de tenerlo ahí al lado, es lógico que fuera influenciada. Después creo que lo más sencillo para un pintor es seguir por la escuela del maestro; te da más seguridades.”

¿Y esas seguridades te atan a una fórmula y te impiden experimentar?
“En ese sentido, yo siempre he querido escaparme. Respetando los conocimientos que me dieron, pero probando, investigando, buscando mi propio lenguaje.”

¿Sentís que lo encontraste ese lenguaje?
“Un poco sí. Pude desarrollar un estilo personal. Los cuadros no son ni tan Torres ni tan Dinetto.”

Son más Fuentes…
(Risas) “Sí, son más fuentes… Que no se sabe si está bien o mal pero son más míos.”

¿Cómo ves a la distancia el proceso con Lino Dinetto?
“Hoy tal vez vea mejor el recorrido de sus clases; que en realidad eran entregas. Semanalmente, le entregaba una cantidad de dibujos que en principio implicaban observar las cosas geométricamente: el triángulo del triángulo o el pliegue que se forma en un paño y que eso fuera una composición casi abstracta. Y para llegar ahí se tenían que hacer 200 y trabajos y no sabías si el que tirabas era el incorrecto porque no era un taller en el que lo tuviera al lado cuando dibujaba.”

Es decir, no te corregía en el acto; los errores o aciertos te los marcaba recién después de terminar los dibujos…
“Claro. Incluso recuerdo que el primer día, me comentó su experiencia con unos cuantos maestros del arte y en particular una anécdota en la que le pusieron para dibujar una cabeza de yeso para que con las mínimas sombras en el dibujo se viera de que material era, cuanto pesaba y la textura. Después, ese mismo busto fue rociado con talco y en su trabajo también tenía que verse eso aunque fuera casi imperceptible.”

Según veo, el dibujante tiene que darse maña con su lápiz para sugerir en la obra los 5 sentidos…
“Esa es la idea: en un dibujo se tienen que demostrar los 5 sentidos. Si es una flor hay que poder tomarla, sentir la suavidad de los pétalos, el perfume. Y llegar a eso exige un proceso muy largo.”

martes, 30 de septiembre de 2008

Un “Alemán” suelto en Montevideo

Cuando el disfraz descansa en el ropero y no quedan ni vestigios de pintura en la cara, el pulso carnavalero sigue latiendo en la obra de una trouppe de cantores urbanos que leen a Montevideo como pocos y nos lo cuentan en canciones...


Por Diego Sebastián Maga
Con Jaime en su ADN y la fe puesta en “Dios Momo”, este movimiento de nuevos trovadores urbanos posee nombres de la talla de Alejandro Balbis, Pablo “Pinocho” Routín, Edú “Pitufo” Lombardo, Emiliano Muñoz y Freddy “Zurdo” Bessio. Todos ellos (murguistas de ayer y de hoy), han sido reclutados por el sello “Montevideo Music Group” en discos colectivos e individuales. En esta trouppe, uno de los cantautores más jóvenes es Gerardo Dorado. Para el ambiente carnavalero: “El Alemán”. Con 25 años y unos diez de carnaval, “El Alemán” experimenta la transición de la experiencia colectiva (murga “Falta y Resto”) a la individual (edita su primer álbum solista: “Sistema”). Simultáneamente, se mueve en el circuito montevideano y sale al interior. El viernes, debutó en San José (“La Bóveda”) y abrió su show con un tema que lo define en cuerpo y alma: “Perdón, mi canción no trata / de historias que no incomodan (...) Yo digo lo que siento hay que decir, / aquello que no puedo resistir. / Y canto el sueño de alguno, no importa si es mayoría. / Alambre al sistema absurdo, de fría tecnología.”

¿Qué te distingue entre los cantores urbanos?
“Tenemos cosas similares y otras no tanto. Por lo que escuché, me parece que soy el más político de todos.”

¿El más políticamente correcto o incorrecto?
(Risas) “Bueno, según…”

Según de que lado te miren…
“Claro, totalmente…” (Vuelve a sonreír)

¿Qué tan complejo o simple fue esta transición desde la experiencia colectiva a la individual?
“De todos los lados en que estuve robé un poco de experiencia. Por ejemplo, con la murga (“Falta y Resto”) hicimos cosas realmente “saladas” que me prepararon: recuerdo estar actuando y expresando una opinión de la actualidad y que la gente se parara en medio de la actuación y se fuera porque no estaba de acuerdo con lo que cantábamos. Sin embargo, ahí sentía el apoyo del grupo. Después me tocó cantar con “Los Fatales” y ahí tenía que cantar solo, ir al frente. Así que cuando me tocó actuar como solista no sentí tanto el cambio de lo colectivo a lo individual.”

¿Pero cantar tus propios temas, no te pone en un plano más experimental y arriesgado que antes?
“Sí. Es una cosa completamente diferente porque estás cantando lo que pensás. Te estás desnudando completamente y al fin y al cabo sos vos mismo.”

¿Y en los proyectos anteriores podías componer y ser vos realmente?
“En “Los Fatales” también componía pero, claro, cuando uno está en un grupo tiene ciertas limitaciones acerca de un montón de cosas.”

¿Cuando te ponen limites -hasta acá si o hasta acá no- no te incomoda como artista o entendés que son las reglas del juego y las aceptás?
“A mi me parece que no hay que ser así, cuando llego a un lugar sé lo que se puede hacer y lo que no. Si bien me interesa la política y tengo mis opiniones sobre un montón de cosas, al llegar a “Los Fatales” sabía que era un grupo para divertirse. Más allá de eso, en su música, yo decía las cosas que sentía igual; solo que aparecían más escondidas. Tal vez por eso fueron las canciones menos conocidas.” (Risas)

¿En el ambiente musical hay prejuicios cuando uno viene de un género como el tropical y pasa a tocar en otro?
“Yo empecé como murguista con 15 años, dejé de jugar al fútbol y un poco de lado el estudio, entonces tuve que luchar contra viento y marea y hasta con mi propia familia para hacer lo que hago. Después de pasar por la “Falta” y “Los Fatales”, todavía hay gente que viene y me dice “¡vos te hacés el murguista y antes estabas en un grupo de cumbia!”. Y ahí les tengo que aclarar que yo empecé a cantar en carnaval, mucho antes de “Los Fatales”. Incluso, salía cuando la murga no estaba de moda o estaba mal vista.”

Es decir, vos eras murguista en “las malas” y ahora lo sos en “las buenas”.
“Claro, yo salía cuando era bravísimo salir en murgas. Así que, ¡por favor, déjenme ser murguista!” (Sonríe)

Hablamos de los prejuicios de los demás pero cuando te llamaron “Los Fatales”, ¿vos no tuviste algún prejuicio?
“Sí, tenía un prejuicio enorme. Cuando me vinieron a buscar yo estaba en la “Falta” y si bien viajábamos a la Argentina y todo eso, no era un ingreso muy importante. Entonces, el grupo me ofreció un dinero que estaba bueno y por ahí esa fue la razón para aceptar en primea instancia. Después me di cuenta que la banda era espectacular: estuve 5 años y los disfruté. No fue pesado para mi. Además aprendí de algunos tipos increíbles. Los “caños” (instrumentos de viento) de la música tropical son los mejores del Uruguay y cuando estuve ahí conviví con músicos impresionantes. Por ejemplo, había un trompetista que tocaba en la Filarmónica de Montevideo y yo lo iba a ver a los ensayos. Y había otro que tocaba todavía mejor. Recuerdo que salíamos de gira por el exterior o el interior y estos locos vivían ensayando y leyendo partituras. Ahí fue que me agarró el gusto por la música escrita y empecé estudiar piano y solfeo. Y me di cuenta que el prejuicio es una “gilada”.

¿Cómo fue cantar para más de 100 mil personas en Buenos Aires?
“Eso fue en la Plaza de Mayo con “La Falta”. Aquella vez cantamos un “rap” en el que se hablaba de la problemática de cada país y justo esa actuación coincidió con un festejo patrio que a su vez tenía un alcance continental. Entonces, cada vez que nombrábamos a un país, veíamos flamear su bandera entre la multitud. Una cosa inolvidable.”

miércoles, 25 de junio de 2008

El tango según Pippo: una historia bien contada y bien cantada

“El pasado es inmodificable pero se puede contar de diferentes maneras.” Esa es la frase que pone en movimiento a “Bien polenta”: un show que lleva al tango en el alma y zigzaguea entre su simbología urbana, filosofía de arrabal y profunda indagación metafísica.
Por Diego Sebastián Maga
Allí, en el centro de la escena, está el periodista y escritor Antonio Pippo. El apasionado narrador de “Bien polenta”. En un escenario en el que orbitan dinámicamente una serie de anécdotas (graciosas y serias), datos inéditos, clásicos indestructibles y nombres ilustres. El espectáculo avanza y retrocede en el tiempo y en principio se sumerge en los marcos difusos del origen. “El tango es inmigrante; se cayó de los barcos” cuenta Antonio en el Teatro y de inmediato se dedica a hilar teorías. Así es como va configurando su mismísimo ADN. Aparece el gen africano (se dice que la palabra proviene del término “tangó”, que se usaba para denominar a los sitios donde se les permitía a los esclavos afroamericanos practicar sus ritos) del mismo modo en que se hace visible el gen europeo (el género admite influencias de expresiones italianas como la tarantela y españolas como la zarzuela). En esta línea de evolución van surgiendo los instrumentos que le dieron porte sonoro a la cuestión (algunos fueron olvidados como la flauta y otros inmortalizados como el bandoneón); los compositores que le dieron partituras (De Caro, Pugliese, Troilo, Piazzolla); las musas que le dieron vuelo poético (“Malena” de Homero Manzi y “Gricel” de José María Contursi) y los cantores que le dieron excelencia interpretativa (Gardel). Cerrando el círculo de una historia bien cantada y bien contada: “La esencia del espectáculo es contar la historia y las historias. La diferenciación del singular y el plural es porque “la historia” obliga –y eso es bueno para la comprensión del público- que haya una cierta cronología. Y “las historias” remite a que todo está contado de un modo anecdótico casi como un cuento de boliche; con un lenguaje –obviamente- adecuado pero distendido para que el público se sienta partícipe de la narración. Cada cosa que se dice tiene que ver con algo que se toca, baila o canta, antes o después. De modo que el show consigue una continuidad muy dinámica y ofrece la oportunidad de descubrir o redescubrir muy buena música.”

Usted me habló de una línea cronológica, eso me lleva a pensar que cada tango funciona como fotografía de un tiempo…
“Es parte del juego: hacer una cronología y a la vez entregar datos que tienen que ver con la importancia de las historias que estás contando. Sin embargo, no siempre se sigue la línea cronológica. Cuando encaro la evolución del género, se da la paradoja de que el relato me lleva a nombrar antes a Troilo que a Gardel.”

¿El tango sería el mismo de no haber existido Gardel?
“Indudablemente que no. Primero porque Gardel inventó el ‘tango – canción’ y tal invención cambió el discurrir del género. Y segundo, porque la difusión que tomó su figura –sobre todo a partir del cine- hizo que hubiera una especie de explosión planetaria de gusto por esta música.”

¿Esto quiere decir que antes que irrumpiera el tango estaba condenado a la marginalidad?
“Esta música en su origen fue prostibularia, marginal, del suburbio y rechazada por las clases altas. Y en este sentido Gardel fue un hito absolutamente irrepetible.”

¿Y su mito se agigantó a raíz de la muerte o la tragedia de Medellín no tuvo incidencia en absoluto en la amplificación de su popularidad?
“Seguramente que sí aunque no hay que ser injustos: si bien creo que su muerte agrandó el mito no podemos olvidarnos de sus virtudes. Por ejemplo, la calidad –todavía- inigualable de su voz. E incluso, todo lo que aportó en el campo de la composición musical, un dato que pocas veces se recuerda.”

¿Qué tan relevante es la eterna disputa sobre dónde nació?
“Para mí no tiene ninguna importancia más allá de que yo creo en la teoría de que nació en Tacuarembó. Pero esa cuestión es como preguntarse o discutir el sitio de nacimiento de Mozart. Eso es irrelevante. ¡A mi me importa un carajo dónde nació! Lo que realmente me interesa es Mozart y su obra no su lugar de origen. Y te diría lo mismo si hablara de fútbol y Maradona. Esto sucede porque llega un momento en que el gran artista adquiere el carácter de clásico y –por tanto- se vuelve universal. Y en este sentido, lo menos importante –no digo que no interese pero sí que no es relevante- es la pelea por el sitio en que vino al mundo.”

¿Y que hay de cierto en eso de que el hombre “cada día canta mejor”?
“Bueno, hay un chiste sobre eso: dicen que Gardel “cada día canta mejor” porque es “mago”. Dejala ahí.” (Risas)

De chiquilín te miraba de afuera

La función de “Bien polenta” se completó con las sobresalientes coreografías de la pareja de baile que componen Mariana Mendina y Nazareno Listur (los jóvenes bailarines uruguayos llegaron a la semifinal del último mundial de tango ocurrido en Buenos Aires); la indiscutible calidad vocal de Juan Carlos Tagliabúe; el sabio aporte instrumental de Edison Bordón en bandoneón (su ejecución del deslumbrante “Libertango” de Piazzolla fue brutal) y Mario Díaz en guitarra;

Las nuevas generaciones descubrieron el tango gracias a Astor Piazzolla, ¿en su caso como llegó el apasionamiento?
“Yo descubrí el tango gracias a mi madre: ella fue locutora y productora de CW 41, cuando la radio era propiedad de Raúl Sguilla Martí y Cándido Marín Aguirre. En aquellos tiempos, siendo niño, el tango era la música de todos los días; sobre todo, en la difusión. Y tal vez por mi apego a mi mamá y a lo que hacía fue que se produjo este enamoramiento por el género. Yo nací en Buenos Aires y de muy chico me vine a vivir acá con mi madre que se había casado con un argentino y se divorció muy pronto. De modo que pasé los momentos más importantes de mi vida en San José: el final de la niñez, la adolescencia y la época en que formé mi familia porque me casé acá, mi esposa –fallecida- era maragata y mis dos hijas mayores nacieron en esta ciudad; incluso, una de ellas todavía vive aquí.”

jueves, 13 de septiembre de 2007

La parodia de una parodia

“Los Simpson” llegan a Uruguay gracias a Carlos Viana, “Nazarenos” y el carnaval

Tarde o temprano, el carnaval se iba a contagiar la “fiebre amarilla”. No podía quedar inmune toda la vida. Por primera vez, “Los Simpson” van a abandonar su “Springfield” natal para aterrizar en el Tercer Mundo. Según pudimos saber, “Homero”, “Marge”, “Bart”, “Lisa” y “Maggie” sacaron boletos para pasar sus vacaciones de febrero en Uruguay. “¿Lo dije o lo pensé?”...

Por Diego Sebastián Maga
Quien nos pasó la “info” es uno de los tipos más inquietos del teatro y el carnaval nacional: Carlos Viana. Director de la compañía teatral “Nuevo Arteatro” (presente en San José días pasados) y actor y “cerebro” de los más recordados espectáculos carnavaleros de humoristas los “Bubby`s” y “Cyranos” y de Parodistas “Velentinos”, “Momosapiens” y “Nazarenos” nos anunció que, con “Los Simpson” por acá, ahora más que nunca, hay razones para rogar por “¡que no se apaguen las bombitas amarillas!”…

“Este año salgo en parodistas “Nazarenos” y ya estamos trabajando en la parodia de “Los Simpson” que es ¡muy complicada!”

Es que “Los Simpson” es, de por sí, una serie paródica…
“Justamente, la complicación parte de que intentamos la parodia de una parodia. (Risas). “Los Simpson” parodian al “estilo de vida americano” y nosotros vamos a intentar adaptar esa idea al Uruguay. Veremos que tan bien nos va.”

Y en esa parodia, ¿te reservaste el papel de “Homero”?
(Más risas) “En principio sí. Es la idea. En el reparto de papeles quedó establecido así aunque si un compañero se tiene confianza para hacerlo no tengo problemas en que lo haga. No soy de creerme dueño absoluto de ningún papel. Estoy abierto a sugerencias y creo mucho en el trabajo de grupo.”

Además, el de “Homero” es un papel un tanto ingrato: recibe demasiados golpes…
(Vuelve a sonreír) “Igual, es un desafío interesante. Es bueno no quedarse con las parodias que viene servidas sino llevar a escena aquellas que presentan dificultades como esta.”

Históricamente, el ambiente teatral clásico miró con desprecio o subestimó al carnaval como expresión artística, ¿cómo funcionó este cortocircuito o desconfianza en un tipo como vos, que supo conjugar las dos disciplinas?
“Es cierto eso. Ojo, esa desconfianza también se daba al revés. Si bien, todo aquel que actuaba en carnaval y quería pasar al teatro se encontraba con prejuicios que lo etiquetaban -“No, este no porque es carnavalero” se decía-, idénticas barreras se percibían desde lo carnavalero hacia lo teatral. Yo viví las dos experiencias: cuando estudiaba en la Escuela del Teatro Circular recuerdo que me plantearon directamente “no hagas carnaval porque te deforma”. Y a su vez los carnavaleros te decían “es increíble como estos “teatreros” vienen a desfigurar el carnaval” (Risas). “Treinta años atrás ese ida y vuelta era tremendo. Y esa brecha -si bien no es tan profunda como antes- aún se percibe.”

Pero parece que esa rivalidad inútil tiende a desaparecer, ¿o me equivoco?
“Si. Ya el tironeo no es tan drástico como antes. Esa línea divisoria se ha ido borrando gracias a la invasión de técnicos y actores de teatro al carnaval. Hay un ir y venir de ambos lados que antiguamente no se producía. Incluso, en estos día se estrenó en el Teatro Alianza de Montevideo un “musical”, “Mi bella dama”, con un elenco que se compone de 12 carnavaleros. Y ni que hablar que, en décadas pasadas, algo así era impensado.”

Aparte, es indiscutible que mucho público tiene acceso a los contenidos esenciales de las grandes obras de la literatura universal gracias al carnaval; una parodia, por ejemplo, tiene ese efecto…
“Después de tantos años, parodias y textos, te puedo decir que nos ha pasado un montón de veces el hecho de que gente –especialmente joven- se acerque para comentarnos que después de ver un show entendió una obra o un acontecimiento histórico y que te pregunten por querer saber más.”

¿Y con qué parodias sensibilizaron más, en ese sentido?
“Lo más notorio nos ocurrió con la parodia de (Salvador) Allende. Que la hicimos –hace muchos años- con parodistas “Valentinos” cuando (Augusto) Pinochet estaba detenido en Londres. Si bien lo que se vivió en el pasado de Chile siempre estuvo presente, muchos estudiantes nos confesaron que pudieron clarificar lo sucedido –sus causas y consecuencias- luego de presenciar el espectáculo. Es como que ese encare que le dimos la historia les permitió comprender que vinculación tenía el personaje de Pinochet con la política. Como había llegado hasta ahí. Es decir, ahí entendimos que lo que hacíamos servía para educar.”

A propósito de las parodias de la historia universal, personalmente me pareció admirable aquella versión de “La Lista de Schindler” que presentaron con parodistas “Momosapiens”; primero porque fue un gran espectáculo y segundo porque encarar un tema tan delicado y dramático fue, en su momento, todo un riesgo artístico…
“Aquella parodia fue, sin dudas, otro ejemplo de búsqueda formidable que produjo infinidad de inquietudes en el público. Y si parodias como “La Lista de Schindler” sirvieron para abrirle la cabeza, al menos, a una persona podemos decir que el rol del artista ya está cumplido.”

Es más, me parece que parodias como “La Lista de Schindler” o la adaptación de “El Quijote”, suelen ser recordadas más que por sus dosis humorísticas por sus sutiles quiebres dramáticos y eso, supongo, debe ser un elogio…
“Exactamente: recuerdo que cuando con “Nazarenos” hicimos “El Quijote”, tras la Primera Rueda del Concurso, me llegó la versión de que el Jurado la consideraba, de la mitad en adelante, una obra excesivamente seria. Sin embargo, decidimos no agregarle chistes ni nada raro; la dejamos exactamente igual por considerar que la parodia era el cuestionamiento dramático de un personaje traído al hoy: era un “Quijote” que trabajaba en una oficina cualquiera (pública o privada) que un buen día se rebela y decide que quiere conocer cosas y andar por el mundo, tener aventuras y hacer su vida mucho más rica y digna que en su cotidianeidad y vulgaridad. Entonces sale a la calle y a la pelea y así el personaje ganaba seriedad. Porque, en definitiva: el mundo es cosa seria. Es muy difícil encontrar solo risa y humor en lo cotidiano. No todo es felicidad. Y quisimos expresar eso.”

En los espectáculos, vos sos de actuar y de hacer la puesta en escena, ¿te gusta el doble rol o te complica la vida?
“Si bien la puesta en escena me encanta, confieso que es difícil llevarla adelante junto con la actuación. En los últimos años lo hago en simultáneo pero es algo que no siempre hice: en los tiempos de los “Bubby`s” eso se lo dejaba a otro técnico porque no me gustaba estar adentro y afuera. Sin embargo, con los años me acostumbré.”

¿Los “Bubby’s aportaron lo suyo para eliminar esa barrera entre “teatral” y “carnavalero”?
“Y no solo los “Bubby`s” sino también murgas como “La BCG” o “Falta y Resto”. Que a su vez tuvieron la virtud de plantear el espectáculo como algo que no se limitaba al carnaval sino de todo el año. Así es como hicimos largas temporadas en diversos teatros.”

¿Este nuevo tiempo dirigiendo a los humoristas “Cyranos” implica que cerraste definitivamente la “Era Bubby`s” o se puede esperar una nueva generación?
“Para mi los “Cyranos” son los hijos de los “Bubby´s”. Pero los “Bubby´s” originales fuimos un grupo de amigos que un día decidimos concursar en carnaval, por lo que ese proyecto solo tenía sentido con ellos. Por tanto, al cambiar la gente y no poder contar con el elenco de entonces, opté porque los “Bubby´s” no salieran más. No tenía sentido seguir sacando el título con otras personas. Otra cosa que me parece mató a los “Bubby´s” fueron los viajes: si bien fueron una experiencia divina nos quitaron muchísimo tiempo en la preparación de los nuevos espectáculos. Nosotros hicimos seis giras mundiales: en las primeras regresábamos al país en noviembre, en las siguientes en diciembre y en las últimas ¡en los primeros días de enero! Y eso implicaba armar el show de carnaval en ¡quince días!... ¡Era imposible!... De modo que podíamos tener suerte de que igual nos saliera todo bien una vez, o dos, pero a la tercera no. Porque todo es trabajo (risas).”

sábado, 23 de junio de 2007

Mónica Navarro: ese tango que llevas ahí

Hay algo peor que perder un tango y es tenerlo pero ignorarlo. Y en verdad, todos (o casi) llevamos uno. Puesto o colgado. Por dentro o por fuera. En el bolsillo del saco. En la solapa. Sostenido con alfileres. Tatuado. En la piel. En las células o en los celulares. En el cuerpo. En el alma. Basta con mirar (o, mejor, sentir) eso que llevas ahí. Igual que Mónica.

El espectáculo de La Navarro, “Paquetito de tangos”, funciona como laboratorio de la experiencia humana (de este rincón del mundo). Un laboratorio capaz de descifrar cuanto de música ciudadana cargamos en la vida, sin saberlo. El show (que pasara por el Teatro siete días atrás) no se mueve en la superficie sino que se introduce en lo profundo de un fenómeno sociocultural. Con la convicción de que una prueba de ADN bastaría para detectar ese “gen arrabalero” en muchas esquinas ensombrecidas de la música pop o de rock. Géneros que marcaron el pulso vital de varias generaciones. En consecuencia, un concierto de Mónica perfectamente se puede definir como una noche de hallazgos. Pensado y sentido para ir al rescate de esos tanguitos escondidos en donde menos se sospecha que están. Digamos, es algo insospechado hasta que llega una artista como La Navarro que nos induce a cuestionarnos ¿cómo no pudimos captarlos antes?¿Cómo se nos escapó algo tan obvio? ¿Qué nos impidió, durante años, percibir esa filosofía gris de la música ciudadana (propia de los contrastes urbanos y humanos entre sueños blancos y realidades negras) en las formas compositivas de muchos de los héroes del rock & roll rioplatense?
Y ciertamente, esas descripciones de la ciudad que se camina y esa otra ciudad que llevamos dentro; o de cómo “el afuera” influye en “el adentro”; o de cómo “el adentro” influye en la percepción de “el afuera”, siempre estuvieron ahí.
Allá por los ochenta, “Los Estómagos” se atrevieron con Discépolo e inmortalizaron su versión punk de “Cambalache”. Con los años, la música ciudadana iría derribando prejuicios y desconfianzas y le devolvería la gentileza al rock. Y así, entre viajes de ida o de vuelta, se desvanecieron las barreras generacionales y tanto los más chicos como los más grandes entendieron que en el fondo (más allá de las edades y los estilos), de tango somos.
En esas vueltas andaba Mónica (descubriendo cuanto de “ronca maldición maleva” hay en los “raros peinados nuevos”), cuando la cruzamos a la salida de camarines...

“Estoy lista, mirá: ya me maquillé y me puse los zapatos de taco.” (Lo dice con un tonito bien de Tita Merello, que da para morirse de risa, y revela su perfil más teatral).

Ah, veo que viene completito el show: ¡con dance y todo, eh!
(Risas) “¡Ahí va!”

Decime, Mónica: ¿hay algo más inoportuno que una entrevista a 10 minutos de empezar un concierto?
(Más risas) “No, una entrevista siempre es oportuna. Lo que pasa es que así como, por ejemplo, antes del recital un guitarrista afina la guitarra, la deja en el escenario y si alguien la toca ¡lo mata!, los cantantes –al no poder hacer como ellos y dejar de hablar- tenemos la tendencia a cuidarnos un poquito la voz y dialogar lo menos posible para aprovecharla poderosamente en escena… ¡Pero ahora estamos de re charla súper gozosa y vamos a darle para adelante!”

¿Qué ganaste y qué perdiste en tu nueva vida como solista?
“No, sólo “qué gané.”

Bien: ¿cuál es la ganancia, entonces?
“Ser independiente en cualquier orden de la vida tiene costos: a veces son buenos y, en otras ocasiones, no lo son. En este caso puntual, se produjeron en mi vida solo ganancias: conocí terribles músicos, con los que aparte somos amigotes, y nos embarcamos en este proyecto tan estimulante de hacer tangos de la forma en que nos parezca. Sin guiarnos tanto por las estructuras tradicionales y, a su vez, respetándolas. Así que por el momento te puedo decir que únicamente gané aunque a veces puede pasar que “ganar” consista en que un plan no llegue a ningún lado. Uno “no” siempre es quien maneja las riendas de… ¡Pá!… ¡De la vida, te iba a decir! (¿?)”

¡Epa!, el tango nos puso filosóficos veo…
“¿Viste, vos?... ¡Qué maravilla!... Me puse “targuera” y digo frases terribles.” (Comenta, con humor, en un tono típicamente “gardeliano”).

En una banda las responsabilidades se suelen dividir en partes iguales, ¿sentís que ahora la responsabilidad artística pasó a ser toda tuya?
“De alguna manera sí y de alguna manera no. Y es así porque Horacio Diyorio –que es el pianista, arreglador y director musical que me acompaña actualmente- se encarga de escribir y ordenar las partes o decir: “¡pará, probemos con esto o con aquello otro!” Del mismo modo que Jorge Eduardo (Pi), que toca el contrabajo, sugiere sus ideas. Por lo tanto, aquí también nos dividimos los roles aunque quien lleve las riendas sea yo. Con el fin de ir hacia algún lado… o ninguno. Todavía no lo sé.”

¿Cómo funciona el proceso para llegar a descubrir en una canción pop o rock un tango?
“Eso lo hablamos pila con Horacio (que es además productor artístico del disco “Paquetito de tangos” de pronta salida al mercado). Antes de iniciar esto nos preguntábamos el uno al otro: “bo, ¿qué perfil le vamos a dar a las canciones?” Y la duda venía a raíz de que llevar una canción del tango al rock era muy común pero no el proceso inverso.”

Fijate vos que, en el primero de los casos, aún hoy está bien presente la revolución producida por “Los Estómagos” al meterse con Discépolo, cuando grabaron su versión “punk” de “Cambalache”…
“¡To – tal – men – te!... Sin embargo, nosotros decidimos probar al revés. Que tampoco es algo nuevo… En este sentido, no es nuestra idea el hacer algo innovador ya que eso de pretender “innovar” te coloca en un lugar que no es bueno. Y así, de a poco, entramos a intercambiarnos posibles canciones para convertir al formato tanguero.”

¿Y de esa “tormenta de ideas” que surgió?
“Horacio propuso “No soy un extraño” de Charly (García)… Y después yo dije: “¡pá, “Carabelas nada” de Fito (Páez) es un tango!” y coincidimos en eso. Y pasó lo mismo con un tema de un autor que había conocido hacía poco, “El Príncipe”, que terminó quedando en el espectáculo hecho un valsesito.”

¿Qué le aporta la voz femenina al tango que no le puede aportar la voz masculina?
“No sé. Yo por ahí, alguna vez le escuché decir a Milton Nascimento, en una entrevista que le hizo (Daniel) Viglieti, que “la voz femenina es la única con el poder de transmitir lo que cada palabra quiere decir en verdad.” Aunque esto del todo no me lo creo.”

¿Y por qué no lo crees?
“Por ejemplo, a mí Julio Sosa es un cantante que ¡me mata! Porque, independientemente de la emisión de su voz, ¡el tipo era un actor! ¿Entendés? Era alucinante verlo. Por eso te digo que no sé que es lo que le aporta la voz femenina al tango. Más bien, yo te diría, que es el tango el que le aporta a la voz femenina.”

¿Cuáles son tus predilecciones entre las cantantes del género?
“Me encanta María Graña en lo vocal. Me gusta mucho Eladia Blázquez como compositora y como voz. Igual que (Susana) “La Tana” Rinaldi y mis amigas Maia Castro, Valeria Lima y Ana Karina Rossi…”

Si al pisar el escenario te dijeran que sólo podés cantar un tango, ¿cuál sería?
“Eh… Me asusté, sería” (Risas)

Buen nombre para un tango, ¿cuándo lo empezás a escribir?
(Más risas) “Es que es difícil elegir uno solo… Mmm… A lo mejor sería “Nada” que es el corte de difusión del disco que acabamos de grabar.”

En minutos, Mónica saldrá a escena, con su deslumbrante voz, para cantar versos tales como “la geografía de mi barrio llevo en mí / será por eso que del todo no me fui: / la esquina, el almacén, el piberío / los reconozco… / son algo mío… / Ahora sé que la distancia no es real / y me descubro en ese punto cardinal / volviendo a la niñez desde la luz / teniendo siempre el corazón mirando al Sur…” o “tango que me hiciste mal y sin embargo te quiero” o “lo del tango es una idea que me toca aunque no quiera” y, poco a poco, comprenderemos de qué estamos hechos… y de qué están hechas nuestras canciones… Chan – Chan…

De tango somos
Después de su retirada abrupta de la mítica banda “La Tabaré” (tras una década prestando su voz, declaró que no se fue sino que la “echaron”), ahora Mónica dedica su tiempo al nuevo proyecto solista que se divide entre recitales por el país, la edición de un disco en vivo con material de otros artistas (“Paquetito...”) y la composición de “otro paquete” pero de canciones propias. Este plan es encarado junto a un “amigote”: Horacio Diyorio...

Mónica: “¡Vení Horacio!... Vamos a sumarlo a la charla” (a todo eso, 19: 50 del sábado, se cuela –con el telón cerrado- el murmullo de la platea que se puebla, Eduardo Pi prueba por última vez su contrabajo y el pianista Horacio Diyorio deambula entre los camarines y el escenario a oscuras con una tasa de café humeante en la manos para despistar al frío).

Arrimate sí… Que estamos hablando de…
Mónica: “Estamos hablando de vos.”

Venimos charlando de la experiencia de hallar los tangos ocultos en el corazón mismo de la música pop o rock del Río de la Plata, ¿cómo definís esa búsqueda?
Horacio: “Hay autores que, más allá de que estén dentro del género pop o rock, por una cuestión de imagen y estilo, tienen composiciones con un carácter más bien universal. Los grandes compositores tienen siempre en su obra algo de la impronta de lugar. En el caso de los temas que tocamos en este show, uno de Fito Páez y otro de Charly García, son composiciones que en sus versiones originales tampoco son de rock y nosotros percibimos en ellas una veta tanguera muy fuerte. Y ahora que los tocamos así, yo estoy convencido de que en realidad son tangos.” (Larga la carcajada y nos contagiamos)
Mónica: “¡Vamos a tener que ir a decirle a Fito que se confundió!” (Vuelven las risas)

Incluso, Charly en su disco “Unplugged” hizo una versión de “No soy un extraño” con bandoneón y todo, ¿la llegaste a escuchar?
H: “Si, por supuesto. Y considero que este perfil se capta en ellos porque tanto Charly como Fito son dos tipos muy inteligentes que, más allá de que sean estrellas pop, tienen muy en claro lo que es la música de la región. Algo que no es obligación hacer si no lo sentís o no te gusta pero es evidente que ellos sí lo sienten, lo entienden y tienen el gusto de hacerlo. Y buscando en estos autores es que intentamos darle algo nuevo al repertorio tanguero.”

Y a propósito del cancionero del tango, ¿que tanto de nuevo y que tanto de viejo tiene?
H: “A mi me parece que una de las grandes carencias del tango es la carencia de repertorio nuevo. Entonces, aparte de las canciones originales que puedas componer –que es el proyecto futuro que tenemos con Mónica-, tenemos la idea de buscar otras cosas que estén en la vuelta y tengan un alma tanguera o ciudadana como es el caso de “Mañana en el Abasto” de “Sumo” que, al escucharla, Mónica descubrió que funciona como una postal…”

Claro, es una nítida descripción ciudadana o urbana que posee en su narración los códigos propios del tango…
H: “Justamente. Es una postal porteña pero que perfectamente podría ser montevideana o de cualquier otra ciudad de Uruguay o Argentina.”
M: “Es transportable. Es como s hablara de “Tristán Narvaja”, acá.”
H: “A “Mañana…” le fuimos buscando la vuelta en lo musical hasta que dijimos: “¡tá, esto es una milonga!” y así quedó… Y ya te digo que a mí me gusta más nuestra versión que la de “Sumo”.
M: “Como ves nos ponemos la camiseta, eh.” (Risas)

Y ahora que recuerdo, una orquesta argentina llamada “Tango loco” llegó al extremo de llevar canciones de los “Beatles”al formato de la música ciudadana, así que se imaginarán la infinidad de tangos ocultos que tienen para rescatar por ahí, independientemente del idioma…
M: “Si, hay material de ese tipo.”
H: “Es que una y otra vez podés llevar canciones de un estilo a otro. Lo que ocurre, en este aspecto, es que a veces hay temas que sin pertenecer claramente a determinado estilo encierran dentro de sí una gran diversidad estilística. Y con Charly y Fito eso pasa bastante.”