Un “Alemán” suelto en Montevideo
Cuando el disfraz descansa en el ropero y no quedan ni vestigios de pintura en la cara, el pulso carnavalero sigue latiendo en la obra de una trouppe de cantores urbanos que leen a Montevideo como pocos y nos lo cuentan en canciones...
Por Diego Sebastián Maga
Con Jaime en su ADN y la fe puesta en “Dios Momo”, este movimiento de nuevos trovadores urbanos posee nombres de la talla de Alejandro Balbis, Pablo “Pinocho” Routín, Edú “Pitufo” Lombardo, Emiliano Muñoz y Freddy “Zurdo” Bessio. Todos ellos (murguistas de ayer y de hoy), han sido reclutados por el sello “Montevideo Music Group” en discos colectivos e individuales. En esta trouppe, uno de los cantautores más jóvenes es Gerardo Dorado. Para el ambiente carnavalero: “El Alemán”. Con 25 años y unos diez de carnaval, “El Alemán” experimenta la transición de la experiencia colectiva (murga “Falta y Resto”) a la individual (edita su primer álbum solista: “Sistema”). Simultáneamente, se mueve en el circuito montevideano y sale al interior. El viernes, debutó en San José (“La Bóveda”) y abrió su show con un tema que lo define en cuerpo y alma: “Perdón, mi canción no trata / de historias que no incomodan (...) Yo digo lo que siento hay que decir, / aquello que no puedo resistir. / Y canto el sueño de alguno, no importa si es mayoría. / Alambre al sistema absurdo, de fría tecnología.”
¿Qué te distingue entre los cantores urbanos?
“Tenemos cosas similares y otras no tanto. Por lo que escuché, me parece que soy el más político de todos.”
¿El más políticamente correcto o incorrecto?
(Risas) “Bueno, según…”
Según de que lado te miren…
“Claro, totalmente…” (Vuelve a sonreír)
¿Qué tan complejo o simple fue esta transición desde la experiencia colectiva a la individual?
“De todos los lados en que estuve robé un poco de experiencia. Por ejemplo, con la murga (“Falta y Resto”) hicimos cosas realmente “saladas” que me prepararon: recuerdo estar actuando y expresando una opinión de la actualidad y que la gente se parara en medio de la actuación y se fuera porque no estaba de acuerdo con lo que cantábamos. Sin embargo, ahí sentía el apoyo del grupo. Después me tocó cantar con “Los Fatales” y ahí tenía que cantar solo, ir al frente. Así que cuando me tocó actuar como solista no sentí tanto el cambio de lo colectivo a lo individual.”
¿Pero cantar tus propios temas, no te pone en un plano más experimental y arriesgado que antes?
“Sí. Es una cosa completamente diferente porque estás cantando lo que pensás. Te estás desnudando completamente y al fin y al cabo sos vos mismo.”
¿Y en los proyectos anteriores podías componer y ser vos realmente?
“En “Los Fatales” también componía pero, claro, cuando uno está en un grupo tiene ciertas limitaciones acerca de un montón de cosas.”
¿Cuando te ponen limites -hasta acá si o hasta acá no- no te incomoda como artista o entendés que son las reglas del juego y las aceptás?
“A mi me parece que no hay que ser así, cuando llego a un lugar sé lo que se puede hacer y lo que no. Si bien me interesa la política y tengo mis opiniones sobre un montón de cosas, al llegar a “Los Fatales” sabía que era un grupo para divertirse. Más allá de eso, en su música, yo decía las cosas que sentía igual; solo que aparecían más escondidas. Tal vez por eso fueron las canciones menos conocidas.” (Risas)
¿En el ambiente musical hay prejuicios cuando uno viene de un género como el tropical y pasa a tocar en otro?
“Yo empecé como murguista con 15 años, dejé de jugar al fútbol y un poco de lado el estudio, entonces tuve que luchar contra viento y marea y hasta con mi propia familia para hacer lo que hago. Después de pasar por la “Falta” y “Los Fatales”, todavía hay gente que viene y me dice “¡vos te hacés el murguista y antes estabas en un grupo de cumbia!”. Y ahí les tengo que aclarar que yo empecé a cantar en carnaval, mucho antes de “Los Fatales”. Incluso, salía cuando la murga no estaba de moda o estaba mal vista.”
Es decir, vos eras murguista en “las malas” y ahora lo sos en “las buenas”.
“Claro, yo salía cuando era bravísimo salir en murgas. Así que, ¡por favor, déjenme ser murguista!” (Sonríe)
Hablamos de los prejuicios de los demás pero cuando te llamaron “Los Fatales”, ¿vos no tuviste algún prejuicio?
“Sí, tenía un prejuicio enorme. Cuando me vinieron a buscar yo estaba en la “Falta” y si bien viajábamos a la Argentina y todo eso, no era un ingreso muy importante. Entonces, el grupo me ofreció un dinero que estaba bueno y por ahí esa fue la razón para aceptar en primea instancia. Después me di cuenta que la banda era espectacular: estuve 5 años y los disfruté. No fue pesado para mi. Además aprendí de algunos tipos increíbles. Los “caños” (instrumentos de viento) de la música tropical son los mejores del Uruguay y cuando estuve ahí conviví con músicos impresionantes. Por ejemplo, había un trompetista que tocaba en la Filarmónica de Montevideo y yo lo iba a ver a los ensayos. Y había otro que tocaba todavía mejor. Recuerdo que salíamos de gira por el exterior o el interior y estos locos vivían ensayando y leyendo partituras. Ahí fue que me agarró el gusto por la música escrita y empecé estudiar piano y solfeo. Y me di cuenta que el prejuicio es una “gilada”.
¿Cómo fue cantar para más de 100 mil personas en Buenos Aires?
“Eso fue en la Plaza de Mayo con “La Falta”. Aquella vez cantamos un “rap” en el que se hablaba de la problemática de cada país y justo esa actuación coincidió con un festejo patrio que a su vez tenía un alcance continental. Entonces, cada vez que nombrábamos a un país, veíamos flamear su bandera entre la multitud. Una cosa inolvidable.”
Con Jaime en su ADN y la fe puesta en “Dios Momo”, este movimiento de nuevos trovadores urbanos posee nombres de la talla de Alejandro Balbis, Pablo “Pinocho” Routín, Edú “Pitufo” Lombardo, Emiliano Muñoz y Freddy “Zurdo” Bessio. Todos ellos (murguistas de ayer y de hoy), han sido reclutados por el sello “Montevideo Music Group” en discos colectivos e individuales. En esta trouppe, uno de los cantautores más jóvenes es Gerardo Dorado. Para el ambiente carnavalero: “El Alemán”. Con 25 años y unos diez de carnaval, “El Alemán” experimenta la transición de la experiencia colectiva (murga “Falta y Resto”) a la individual (edita su primer álbum solista: “Sistema”). Simultáneamente, se mueve en el circuito montevideano y sale al interior. El viernes, debutó en San José (“La Bóveda”) y abrió su show con un tema que lo define en cuerpo y alma: “Perdón, mi canción no trata / de historias que no incomodan (...) Yo digo lo que siento hay que decir, / aquello que no puedo resistir. / Y canto el sueño de alguno, no importa si es mayoría. / Alambre al sistema absurdo, de fría tecnología.”
¿Qué te distingue entre los cantores urbanos?
“Tenemos cosas similares y otras no tanto. Por lo que escuché, me parece que soy el más político de todos.”
¿El más políticamente correcto o incorrecto?
(Risas) “Bueno, según…”
Según de que lado te miren…
“Claro, totalmente…” (Vuelve a sonreír)
¿Qué tan complejo o simple fue esta transición desde la experiencia colectiva a la individual?
“De todos los lados en que estuve robé un poco de experiencia. Por ejemplo, con la murga (“Falta y Resto”) hicimos cosas realmente “saladas” que me prepararon: recuerdo estar actuando y expresando una opinión de la actualidad y que la gente se parara en medio de la actuación y se fuera porque no estaba de acuerdo con lo que cantábamos. Sin embargo, ahí sentía el apoyo del grupo. Después me tocó cantar con “Los Fatales” y ahí tenía que cantar solo, ir al frente. Así que cuando me tocó actuar como solista no sentí tanto el cambio de lo colectivo a lo individual.”
¿Pero cantar tus propios temas, no te pone en un plano más experimental y arriesgado que antes?
“Sí. Es una cosa completamente diferente porque estás cantando lo que pensás. Te estás desnudando completamente y al fin y al cabo sos vos mismo.”
¿Y en los proyectos anteriores podías componer y ser vos realmente?
“En “Los Fatales” también componía pero, claro, cuando uno está en un grupo tiene ciertas limitaciones acerca de un montón de cosas.”
¿Cuando te ponen limites -hasta acá si o hasta acá no- no te incomoda como artista o entendés que son las reglas del juego y las aceptás?
“A mi me parece que no hay que ser así, cuando llego a un lugar sé lo que se puede hacer y lo que no. Si bien me interesa la política y tengo mis opiniones sobre un montón de cosas, al llegar a “Los Fatales” sabía que era un grupo para divertirse. Más allá de eso, en su música, yo decía las cosas que sentía igual; solo que aparecían más escondidas. Tal vez por eso fueron las canciones menos conocidas.” (Risas)
¿En el ambiente musical hay prejuicios cuando uno viene de un género como el tropical y pasa a tocar en otro?
“Yo empecé como murguista con 15 años, dejé de jugar al fútbol y un poco de lado el estudio, entonces tuve que luchar contra viento y marea y hasta con mi propia familia para hacer lo que hago. Después de pasar por la “Falta” y “Los Fatales”, todavía hay gente que viene y me dice “¡vos te hacés el murguista y antes estabas en un grupo de cumbia!”. Y ahí les tengo que aclarar que yo empecé a cantar en carnaval, mucho antes de “Los Fatales”. Incluso, salía cuando la murga no estaba de moda o estaba mal vista.”
Es decir, vos eras murguista en “las malas” y ahora lo sos en “las buenas”.
“Claro, yo salía cuando era bravísimo salir en murgas. Así que, ¡por favor, déjenme ser murguista!” (Sonríe)
Hablamos de los prejuicios de los demás pero cuando te llamaron “Los Fatales”, ¿vos no tuviste algún prejuicio?
“Sí, tenía un prejuicio enorme. Cuando me vinieron a buscar yo estaba en la “Falta” y si bien viajábamos a la Argentina y todo eso, no era un ingreso muy importante. Entonces, el grupo me ofreció un dinero que estaba bueno y por ahí esa fue la razón para aceptar en primea instancia. Después me di cuenta que la banda era espectacular: estuve 5 años y los disfruté. No fue pesado para mi. Además aprendí de algunos tipos increíbles. Los “caños” (instrumentos de viento) de la música tropical son los mejores del Uruguay y cuando estuve ahí conviví con músicos impresionantes. Por ejemplo, había un trompetista que tocaba en la Filarmónica de Montevideo y yo lo iba a ver a los ensayos. Y había otro que tocaba todavía mejor. Recuerdo que salíamos de gira por el exterior o el interior y estos locos vivían ensayando y leyendo partituras. Ahí fue que me agarró el gusto por la música escrita y empecé estudiar piano y solfeo. Y me di cuenta que el prejuicio es una “gilada”.
¿Cómo fue cantar para más de 100 mil personas en Buenos Aires?
“Eso fue en la Plaza de Mayo con “La Falta”. Aquella vez cantamos un “rap” en el que se hablaba de la problemática de cada país y justo esa actuación coincidió con un festejo patrio que a su vez tenía un alcance continental. Entonces, cada vez que nombrábamos a un país, veíamos flamear su bandera entre la multitud. Una cosa inolvidable.”