El tango según Pippo: una historia bien contada y bien cantada
“El pasado es inmodificable pero se puede contar de diferentes maneras.” Esa es la frase que pone en movimiento a “Bien polenta”: un show que lleva al tango en el alma y zigzaguea entre su simbología urbana, filosofía de arrabal y profunda indagación metafísica.
Por Diego Sebastián Maga
Allí, en el centro de la escena, está el periodista y escritor Antonio Pippo. El apasionado narrador de “Bien polenta”. En un escenario en el que orbitan dinámicamente una serie de anécdotas (graciosas y serias), datos inéditos, clásicos indestructibles y nombres ilustres. El espectáculo avanza y retrocede en el tiempo y en principio se sumerge en los marcos difusos del origen. “El tango es inmigrante; se cayó de los barcos” cuenta Antonio en el Teatro y de inmediato se dedica a hilar teorías. Así es como va configurando su mismísimo ADN. Aparece el gen africano (se dice que la palabra proviene del término “tangó”, que se usaba para denominar a los sitios donde se les permitía a los esclavos afroamericanos practicar sus ritos) del mismo modo en que se hace visible el gen europeo (el género admite influencias de expresiones italianas como la tarantela y españolas como la zarzuela). En esta línea de evolución van surgiendo los instrumentos que le dieron porte sonoro a la cuestión (algunos fueron olvidados como la flauta y otros inmortalizados como el bandoneón); los compositores que le dieron partituras (De Caro, Pugliese, Troilo, Piazzolla); las musas que le dieron vuelo poético (“Malena” de Homero Manzi y “Gricel” de José María Contursi) y los cantores que le dieron excelencia interpretativa (Gardel). Cerrando el círculo de una historia bien cantada y bien contada: “La esencia del espectáculo es contar la historia y las historias. La diferenciación del singular y el plural es porque “la historia” obliga –y eso es bueno para la comprensión del público- que haya una cierta cronología. Y “las historias” remite a que todo está contado de un modo anecdótico casi como un cuento de boliche; con un lenguaje –obviamente- adecuado pero distendido para que el público se sienta partícipe de la narración. Cada cosa que se dice tiene que ver con algo que se toca, baila o canta, antes o después. De modo que el show consigue una continuidad muy dinámica y ofrece la oportunidad de descubrir o redescubrir muy buena música.”
Usted me habló de una línea cronológica, eso me lleva a pensar que cada tango funciona como fotografía de un tiempo…
“Es parte del juego: hacer una cronología y a la vez entregar datos que tienen que ver con la importancia de las historias que estás contando. Sin embargo, no siempre se sigue la línea cronológica. Cuando encaro la evolución del género, se da la paradoja de que el relato me lleva a nombrar antes a Troilo que a Gardel.”
¿El tango sería el mismo de no haber existido Gardel?
“Indudablemente que no. Primero porque Gardel inventó el ‘tango – canción’ y tal invención cambió el discurrir del género. Y segundo, porque la difusión que tomó su figura –sobre todo a partir del cine- hizo que hubiera una especie de explosión planetaria de gusto por esta música.”
¿Esto quiere decir que antes que irrumpiera el tango estaba condenado a la marginalidad?
“Esta música en su origen fue prostibularia, marginal, del suburbio y rechazada por las clases altas. Y en este sentido Gardel fue un hito absolutamente irrepetible.”
¿Y su mito se agigantó a raíz de la muerte o la tragedia de Medellín no tuvo incidencia en absoluto en la amplificación de su popularidad?
“Seguramente que sí aunque no hay que ser injustos: si bien creo que su muerte agrandó el mito no podemos olvidarnos de sus virtudes. Por ejemplo, la calidad –todavía- inigualable de su voz. E incluso, todo lo que aportó en el campo de la composición musical, un dato que pocas veces se recuerda.”
¿Qué tan relevante es la eterna disputa sobre dónde nació?
“Para mí no tiene ninguna importancia más allá de que yo creo en la teoría de que nació en Tacuarembó. Pero esa cuestión es como preguntarse o discutir el sitio de nacimiento de Mozart. Eso es irrelevante. ¡A mi me importa un carajo dónde nació! Lo que realmente me interesa es Mozart y su obra no su lugar de origen. Y te diría lo mismo si hablara de fútbol y Maradona. Esto sucede porque llega un momento en que el gran artista adquiere el carácter de clásico y –por tanto- se vuelve universal. Y en este sentido, lo menos importante –no digo que no interese pero sí que no es relevante- es la pelea por el sitio en que vino al mundo.”
¿Y que hay de cierto en eso de que el hombre “cada día canta mejor”?
“Bueno, hay un chiste sobre eso: dicen que Gardel “cada día canta mejor” porque es “mago”. Dejala ahí.” (Risas)
De chiquilín te miraba de afuera
La función de “Bien polenta” se completó con las sobresalientes coreografías de la pareja de baile que componen Mariana Mendina y Nazareno Listur (los jóvenes bailarines uruguayos llegaron a la semifinal del último mundial de tango ocurrido en Buenos Aires); la indiscutible calidad vocal de Juan Carlos Tagliabúe; el sabio aporte instrumental de Edison Bordón en bandoneón (su ejecución del deslumbrante “Libertango” de Piazzolla fue brutal) y Mario Díaz en guitarra;
Las nuevas generaciones descubrieron el tango gracias a Astor Piazzolla, ¿en su caso como llegó el apasionamiento?
“Yo descubrí el tango gracias a mi madre: ella fue locutora y productora de CW 41, cuando la radio era propiedad de Raúl Sguilla Martí y Cándido Marín Aguirre. En aquellos tiempos, siendo niño, el tango era la música de todos los días; sobre todo, en la difusión. Y tal vez por mi apego a mi mamá y a lo que hacía fue que se produjo este enamoramiento por el género. Yo nací en Buenos Aires y de muy chico me vine a vivir acá con mi madre que se había casado con un argentino y se divorció muy pronto. De modo que pasé los momentos más importantes de mi vida en San José: el final de la niñez, la adolescencia y la época en que formé mi familia porque me casé acá, mi esposa –fallecida- era maragata y mis dos hijas mayores nacieron en esta ciudad; incluso, una de ellas todavía vive aquí.”
Allí, en el centro de la escena, está el periodista y escritor Antonio Pippo. El apasionado narrador de “Bien polenta”. En un escenario en el que orbitan dinámicamente una serie de anécdotas (graciosas y serias), datos inéditos, clásicos indestructibles y nombres ilustres. El espectáculo avanza y retrocede en el tiempo y en principio se sumerge en los marcos difusos del origen. “El tango es inmigrante; se cayó de los barcos” cuenta Antonio en el Teatro y de inmediato se dedica a hilar teorías. Así es como va configurando su mismísimo ADN. Aparece el gen africano (se dice que la palabra proviene del término “tangó”, que se usaba para denominar a los sitios donde se les permitía a los esclavos afroamericanos practicar sus ritos) del mismo modo en que se hace visible el gen europeo (el género admite influencias de expresiones italianas como la tarantela y españolas como la zarzuela). En esta línea de evolución van surgiendo los instrumentos que le dieron porte sonoro a la cuestión (algunos fueron olvidados como la flauta y otros inmortalizados como el bandoneón); los compositores que le dieron partituras (De Caro, Pugliese, Troilo, Piazzolla); las musas que le dieron vuelo poético (“Malena” de Homero Manzi y “Gricel” de José María Contursi) y los cantores que le dieron excelencia interpretativa (Gardel). Cerrando el círculo de una historia bien cantada y bien contada: “La esencia del espectáculo es contar la historia y las historias. La diferenciación del singular y el plural es porque “la historia” obliga –y eso es bueno para la comprensión del público- que haya una cierta cronología. Y “las historias” remite a que todo está contado de un modo anecdótico casi como un cuento de boliche; con un lenguaje –obviamente- adecuado pero distendido para que el público se sienta partícipe de la narración. Cada cosa que se dice tiene que ver con algo que se toca, baila o canta, antes o después. De modo que el show consigue una continuidad muy dinámica y ofrece la oportunidad de descubrir o redescubrir muy buena música.”
Usted me habló de una línea cronológica, eso me lleva a pensar que cada tango funciona como fotografía de un tiempo…
“Es parte del juego: hacer una cronología y a la vez entregar datos que tienen que ver con la importancia de las historias que estás contando. Sin embargo, no siempre se sigue la línea cronológica. Cuando encaro la evolución del género, se da la paradoja de que el relato me lleva a nombrar antes a Troilo que a Gardel.”
¿El tango sería el mismo de no haber existido Gardel?
“Indudablemente que no. Primero porque Gardel inventó el ‘tango – canción’ y tal invención cambió el discurrir del género. Y segundo, porque la difusión que tomó su figura –sobre todo a partir del cine- hizo que hubiera una especie de explosión planetaria de gusto por esta música.”
¿Esto quiere decir que antes que irrumpiera el tango estaba condenado a la marginalidad?
“Esta música en su origen fue prostibularia, marginal, del suburbio y rechazada por las clases altas. Y en este sentido Gardel fue un hito absolutamente irrepetible.”
¿Y su mito se agigantó a raíz de la muerte o la tragedia de Medellín no tuvo incidencia en absoluto en la amplificación de su popularidad?
“Seguramente que sí aunque no hay que ser injustos: si bien creo que su muerte agrandó el mito no podemos olvidarnos de sus virtudes. Por ejemplo, la calidad –todavía- inigualable de su voz. E incluso, todo lo que aportó en el campo de la composición musical, un dato que pocas veces se recuerda.”
¿Qué tan relevante es la eterna disputa sobre dónde nació?
“Para mí no tiene ninguna importancia más allá de que yo creo en la teoría de que nació en Tacuarembó. Pero esa cuestión es como preguntarse o discutir el sitio de nacimiento de Mozart. Eso es irrelevante. ¡A mi me importa un carajo dónde nació! Lo que realmente me interesa es Mozart y su obra no su lugar de origen. Y te diría lo mismo si hablara de fútbol y Maradona. Esto sucede porque llega un momento en que el gran artista adquiere el carácter de clásico y –por tanto- se vuelve universal. Y en este sentido, lo menos importante –no digo que no interese pero sí que no es relevante- es la pelea por el sitio en que vino al mundo.”
¿Y que hay de cierto en eso de que el hombre “cada día canta mejor”?
“Bueno, hay un chiste sobre eso: dicen que Gardel “cada día canta mejor” porque es “mago”. Dejala ahí.” (Risas)
De chiquilín te miraba de afuera
La función de “Bien polenta” se completó con las sobresalientes coreografías de la pareja de baile que componen Mariana Mendina y Nazareno Listur (los jóvenes bailarines uruguayos llegaron a la semifinal del último mundial de tango ocurrido en Buenos Aires); la indiscutible calidad vocal de Juan Carlos Tagliabúe; el sabio aporte instrumental de Edison Bordón en bandoneón (su ejecución del deslumbrante “Libertango” de Piazzolla fue brutal) y Mario Díaz en guitarra;
Las nuevas generaciones descubrieron el tango gracias a Astor Piazzolla, ¿en su caso como llegó el apasionamiento?
“Yo descubrí el tango gracias a mi madre: ella fue locutora y productora de CW 41, cuando la radio era propiedad de Raúl Sguilla Martí y Cándido Marín Aguirre. En aquellos tiempos, siendo niño, el tango era la música de todos los días; sobre todo, en la difusión. Y tal vez por mi apego a mi mamá y a lo que hacía fue que se produjo este enamoramiento por el género. Yo nací en Buenos Aires y de muy chico me vine a vivir acá con mi madre que se había casado con un argentino y se divorció muy pronto. De modo que pasé los momentos más importantes de mi vida en San José: el final de la niñez, la adolescencia y la época en que formé mi familia porque me casé acá, mi esposa –fallecida- era maragata y mis dos hijas mayores nacieron en esta ciudad; incluso, una de ellas todavía vive aquí.”